Dos días después de celebrar las elecciones presidenciales en Egipto, la plaza Tahrir vuelve a ser la protagonista de las protestas, en este caso, de los seguidores de los Hermanos Musulmanes
La Junta Militar del país se ha apoderado del consejo antes del nombramiento del primer ministro. Ahora los dos partidos más votados se proclaman vencedores. Egipto entra en una etapa de mayor inestabilidad política des de que hicieran caer a Mubarak.
La secretaria de Estado de los Estados
Unidos, Hilary Clinton, dijo que aun se espera que en Egipto haya una “plena
transferencia de poder a un gobierno civil elegido democráticamente”. Pues
bien, no se sabe bien qué es lo que los ciudadanos egipcios han elegido.
Primero, por qué el voto de la mayoría de la población que inició los
movimientos del pasado 6 de abril, de la revolución democrática y del impulso
laico de la misma, se han dispersado en partidos minoritarios. Segundo, Mohamed
Mursi, el líder del partido islamista de los Hermanos Musulmanes, que
seguramente sería el proclamado vencedor de estas elecciones presidenciales, no
obtendrá la potestad para proclamarse vencedor, puesto que (y tercero) los
militares han hecho posible que Ahmed Shafik, antiguo ministro de la era Mubarak,
haya podido presentarse a las elecciones y, también, proclamarse vencedores
junto a los Hermanos Musulmanes. Lo peor de todo es que la junta militar cuenta
con el apoyo silencioso de los Estados Unidos, mientras que Europa está
ensimismada con sus propios quebraderos económicos de cabeza. Misterios de la
geopolítica.
De
hecho, el diputado Elviro Aranda, define la situación de la siguiente
manera: es bien complicada: dos candidatos a la
presidencia del país que se declaran ganadores de las elecciones, una
ciudadanía que con una escasa participación ha expresado su disgusto con las
opciones electorales que se ofrecían, un procedimiento electoral que no
garantiza que no se haya cometido fraude y, una Junta Militar que se reserva la
última palabra en el proceso constitucional que se ha de desarrollar en los
próximos meses. Todas las condiciones para que la inestabilidad se apodere de
Egipto y, con ella, se compliquen la situación de la región que ya es
especialmente compleja pese a que esté pasando desapercibida para la opinión
pública occidental.
Además y tal y como informa el periódico
público.es, el ejército egipcio se ha
hecho con el control del poder legislativo y ha limitado las atribuciones del
nuevo presidente.
Según el profesor Ignacio Alvárez Ossorio, la junta militar pretende retomar el poder. Es más, “lo que no está claro es que
la solución impuesta por los militares sea aceptada por la calle egipcia”. Solo
hace falta ver imágenes de cómo estaba la plaza Tahrir hoy por la tarde para
estar seguros de que la calle egipcia no lo acepta. Si bien es cierto que la
mayoría de la gente que estaba hoy en la plaza eran seguidores de los Hermanos
Musulmanes y no de gente que inició la revolución. Ossorio también reitera que “la
población egipcia difícilmente aceptará que todo cambie para que todo sigue
igual”.
La experta
en ciencias políticas y mundo árabe, LauraRuiz de Elvira, analiza en El país,
que se observa una negociación inédita entre múltiples actores; una negociación
de reparto de poderes, de márgenes de maniobra, etc. Y todo ello forma parte
del aprendizaje de la democracia. En
cambio, la socióloga y licenciada en ciencias políticas, Kattya Cascante, afirma que en occidente, el silencio evidencia la
falta de apoyos hacía un cambio que va
más allá de lo que hay encima de la mesa.
Las
próximas horas, o incluso semanas, son claves para poder entender que es lo que
va a suceder en Egipto y, quizás por efecto dominó, a algunos de sus vecinos,
tal y como ya sucedió en la famosa “primavera árabe”.
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